La principal alternativa, que no la única, siempre suele ser la renta fija. Esta categoría de inversión incluye depósitos a plazo, bonos, seguros de ahorro, etc. La cualidad que diferencia a estos activos financieros es que existen unos rendimientos nominales fijos según va madurando el activo. Así, un depósito a plazo a dos años al 0,5% tiene una rentabilidad nominal fijada de antemano. Dejando a un lado el riesgo de impago, este tipo de activos parecen muy seguros, sobre todo en comparación con la renta variable. Sabes que el emisor o el banco te van a devolver la cantidad por en un periodo determinado, y no quieres correr riesgos en activos que ofrecen a priori una rentabilidad mayor.
Muchas personas identifican renta fija con seguridad. Y en los últimos años, tras los revolcones sufridos en la renta variable y en el mercado inmobiliario en España, la psicología inversora ha quedado un poco tocada.
Esta concepción es un claro error, ya que la renta fija en realidad no es fija. Es cierto que en términos nominales y excluyendo el riesgo de impago sí lo es, pero lo que en última instancia es relevante para el inversor son los rendimientos reales. El valor real de una inversión no es la cantidad nominal por la que se puede liquidar, sino el poder de compra de esa cantidad de dinero por la que se puede liquidar el activo. Y nadie invierte para ver subir en términos nominales su capital, sino para aumentar su poder de compra de bienes y servicios en el futuro. De nada sirve obtener un 10% de rentabilidad si la inflación ha sido del 12% en el mismo periodo. El poder adquisitivo de ese capital ha disminuido.
Muchos activos de renta fija también cotizan y su precio va variando de forma constante en el mercado en función de la evolución de una serie de eventos y percepciones de los inversores. Es decir, si alguien compra un bono a cinco años hoy puede perder perfectamente un 15% o un 20% de su inversión en dos años. En ese caso, si va al mercado a liquidar ese bono, le pagarán un precio menor al que lo ha adquirido. La cuestión es sencilla, las expectativas de inflación o la percepción de riesgo de impago del activo han aumentado, y por lo tanto, el valor real del activo ha caído. Si además se produce un repunte importante de la inflación sostenido en el tiempo, la renta fija puede ser una inversión ruinosa. Cuando la inflación era muy alta en épocas anteriores, muchos inversores acababan aprendiendo esta lección a base de perder poder adquisitivo. Este es el problema, aquellos que creen que recuperar el importe nominal es en última instancia lo que importa, aunque la rentabilidad real haya sido negativa. La rentabilidad real es lo único relevante a corto, medio y largo plazo.
La renta fija y los depósitos funcionan bien cuando los tipos de interés caen por debajo de lo que esperaban los inversores. Ese es el motivo por el que este tipo de inversión no lo ha hecho nada mal en los últimos años, los tipos de interés de los bonos de referencia han caído al 0% o incluso en algunos casos son negativos. La tasa de inflación está en mínimos, incluso llegó a estar en terreno negativo hace unos meses. Ante la situación actual con más de 13 billones de dólares cotizando a tasas negativas ejemplifica el insólito escenario en el que está inmerso el mercado de deuda. Las políticas de tipos de interés mínimos llevadas a cabo por los principales bancos centrales, la enorme cantidad de dinero inyectada en los mercados, la debilidad de las expectativas de inflación y los recelos hacia otros activos han conformado el cóctel perfecto para llevar los tipos a mínimos históricos.
A groso modo parece un mundo idílico para gobiernos y empresas que han podido financiarse a costes inimaginables un tiempo atrás y además ampliando la vida media de la deuda a máximos, lo que les proporciona mayor flexibilidad para gestionar sus vencimientos. Como comentábamos anteriormente, los inversores en renta fija se han visto agraciados con rendimientos más que atractivos en casi todas las categorías de este tipo de activos, recuerden que a tipos más bajos mayor precio.
Las perspectivas siguen siendo favorables para la renta fija con los bancos centrales manteniendo o aumentando sus estímulos, el riesgo de tipos de interés de los tenedores de bonos es reducido. La baja inflación, la debilidad económica y el respaldo de los bancos centrales mantendrán las rentabilidades bastante deprimidas.
Sin duda, los bancos centrales han creado un monstruo que tarde o temprano se volverá en su contra. Un repunte de la inflación, la materialización negativa de algunas de las incertidumbres económicas o el cambio en el rumbo de las políticas monetarias podrían dinamitar el mercado de deuda. Todos estos riesgos parecen estar aletargados debido al soporte de los bancos centrales con lo que los inversores asumen activos con mayores vencimientos (mayor riesgo de tipos de interés) y menor calidad crediticia (high yield y/o deuda emergente).
Un retorno a la situación pre crisis en el mercado de bonos es altamente improbable, ya que los bancos centrales han tomado el control y no es previsible que den marcha atrás, por lo menos hasta que comience a repuntar de forma sostenible el crecimiento económico y la inflación. Sin embargo, se observa en este mercado una especie de complacencia similar a la registrada en otras crisis financieras. Las rentabilidades de la deuda han dejado de reflejar hace tiempo los fundamentales de países y empresas y se mueven en torno a los movimientos de los bancos centrales. Esta situación dudo mucho que sea sostenible en el tiempo.
Piensen en el repunte del bono alemán a 10 años de 90 puntos básicos la pasada primavera, lo que originó un gran agujero en las carteras de renta fija. Con todo lo anterior, cualquier inversor en renta fija debería de estar muy vigilante sobre la evolución de este tipo de activos. Del mismo modo que la burbuja inmobiliaria en España fue detectada por algunos analistas en 2003 alertando sobre sus peligros, pocos inversores recogieron el mensaje, desencadenando la crisis financiera de 2008. Esperemos que hayamos aprendido de los errores, aunque ya saben que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.