En la búsqueda por ser cada día mejor inversor me voy dando cuenta de lo difícil
que es obtener rentabilidades superiores a la media y a la vez tan fácil.
Quizás estamos abrumados por el ruido mediático de las ingentes cantidades de
información que recibimos con la sensación de no saber ni por dónde empezar.
Sinceramente querido amigo, trataré de calmar tus grandes miedos hacia la
búsqueda de la alquimia financiera arrojando sentido común y sencillez con algunas reflexiones basadas en mi experiencia.
Muchas veces al invertir pensamos que lo complejo nos acerca en mayor
medida a la obtención de beneficios consistentes. ¿Pero esto es cierto? La
verdad es que somos víctimas de la famosa frase que se nos ha enseñado
toda la vida: lo bueno cuesta trabajo.
Hasta cierto grado, esta idea es cierta, invertir no es un negocio fácil.
Sin embargo, el complicar las cosas de más es en cierto sentido
contraproducente y nos hace perder tiempo (y dinero) al invertir. Generalmente,
una buena tesis de inversión no requiere más de uno o dos catalizadores para
funcionar. Los grandes maestros de la inversión hablan de que la verdadera
complejidad al invertir está en entender estos catalizadores: cómo
afectan a la empresa y a sus consumidores a nivel consciente y
subconsciente, porque al haber muchas variables interactuando se crean efectos
compuestos, al igual que en una reacción química.