El pasado Noviembre publicábamos
nuestro post sobre la
potencia incipiente de la India pudiendo tomar el relevo de China como líder del
crecimiento mundial en los próximos años. En el año 2015 India creció a una
tasa del 7,5% mientras que su vecino asiático lo hizo al 6,9%. El primer
ministro indio Narenda Modi ha mostrado su optimismo para los próximos años
afirmando que superará la nada despreciable cifra del 2015. La decisión de su banquero central estrella, Raghuram Rajan, ha cubierto de nubarrones el esplendoroso futuro de la economía indú.
La decisión de Raghuram Rajan de no postularse para un segundo período como director del Banco de Reserva de la India (el banco central del país) causó conmoción entre los que seguimos con entusiasmo la marcha de la economía india. Si bien no es secreto que el gobierno del primer ministro tenía desacuerdos con Rajan, pocos creían que llegaría a hacer algo tan claramente contrario a los intereses del país. Ya saben cómo va esto de los egos en las altas esferas, en nuestra querida España lo llaman altura de miras. Y es que este señor no es un cualquiera. Fue el economista jefe más joven del FMI y el primero de origen no accidental. Advirtió en 2005 en una conferencia de banqueros centrales (Jackson Hole), sobre peligros de la expansión de crédito desproporcionada que más tarde se constató en la crisis entre las crisis.
Al gobierno
nunca le gustó la insistencia de Rajan en la reducción gradual de las tasas de
interés para promover la estabilidad de precios; en cambio, quería una
reducción brusca, para alentar el crecimiento. Tampoco le despertaba mucho
entusiasmo la actuación de Rajan como intelectual público. Luego en las últimas semanas se desató una gran
cantidad de críticas feroces de gente
cercana al gobierno, dirigidas al desempeño de Rajan y su supuesta falta de patriotismo.
En un país con cierta debilidad financiera estructural se necesita de alguien
de este calado para soportar el notable crecimiento de un país en constante
evolución, dotándolo de la estabilidad financiera necesaria.
A pesar de todo lo anterior, había buenas razones para creer que el
gobierno de Modi conservaría a Rajan.Primero y principal, perder a Rajan
contradice el compromiso del gobierno (sin precedentes en la historia reciente
del país) de atraer inversiones extranjeras a la India. Desde el inicio de su
mandato en 2014, Modi dedicó más tiempo que cualquiera de sus predecesores a
promover el la inversión extranjera, y sus esfuerzos ayudaron a alentar un
incremento del ingreso de capitales. El reciente
anuncio de que India permitirá por primera vez un 100% de propiedad extranjera
de empresas en diversas industrias refuerza aún más el mensaje de apertura del
país hacia los negocios.
Pero la salida de Rajan puede atenuar el impacto positivo de estos cambios. Al fin y al cabo, su espectacular manejo de la inflación, que mantuvo estable la rupia india, facilitó los intentos de Modi de atraer inversión extranjera directa. También ayudó a despertar confianza en posibles inversores el fortalecimiento de otros indicadores macroeconómicos durante el mandato de Rajan, lo que incluye el crecimiento de las reservas monetarias y la reducción del déficit de cuenta corriente.
Como una de las principales razones de la conducta oficial que llevó al alejamiento de Rajan fue la oposición del partido gobernante a la firmeza de aquel contra la inflación, parece probable que la confianza de los inversores resultará afectada (aunque el anuncio de una flexibilización de normas relacionadas con las inversiones extranjeras pueda enmascararlo por algún tiempo). Como además esto seguramente pondrá en duda la independencia del Banco de la Reserva de India (BRI), es evidente hasta qué punto la partida de Rajan puede debilitar los logros arduamente conseguidos por Modi.
Un segundo motivo por el que la partida de Rajan causó tanta conmoción es que el gobierno de Modi ha tenido una gestión fiscal caracterizada por tomar decisiones difíciles antes que por apelar a políticas populistas, y se mostró notablemente prudente en el manejo del déficit fiscal. Pero sigue echándole la culpa de la falta de demanda a Rajan por su negativa a bajar las tasas de golpe, en vez de, por ejemplo, al ministerio de finanzas por no aumentar el gasto o reducir los impuestos lo suficiente.
Esto no implica que una reducción de tasas en India sea impensable; en realidad, es un tema que admite debate. Pero para formarse una opinión hay que tener en cuenta algunos hechos.
En primer lugar, a casi todos los ejemplos históricos de desinflación les correspondió un período de transición con efectos negativos sobre el crecimiento. Los países que mantuvieron la disciplina, como Chile, obtuvieron al final crecimiento sostenible; los que abandonaron, como Argentina terminaron con inflación alta y sin crecimiento.
En segundo lugar, los tipos de interés no son la única explicación posible para la falta de inversiones y creación de empleo. El alto endeudamiento de las mayores empresas de la India y el gran volumen de activos tóxicos en poder de sus mayores bancos se confabulan para obstaculizar un crecimiento sostenible, algo que no puede resolverse bajando las tasas. Basta ver la experiencia de Japón, donde ni siquiera tasas negativas han sido suficientes para alentar el crecimiento en una economía agobiada por el peso de los bancos zombi.
En los últimos dos años, el arduo esfuerzo del gobierno de Modi y del BRI con Rajan a la cabeza, permitió a la India destacarse entre las economías de mercado emergentes. Mientras países como China y Brasil comenzaron a mostrar una gestión económica vacilante, India dio señales de ser una economía madura en la que se toman decisiones macroeconómicas prudentes basadas en la experiencia técnica y no en el capricho político. Esto mejoró considerablemente su imagen en el escenario internacional. No se olviden que la inversión es confianza que se genera en años mientras que se puede perder en muy poco tiempo.
Pero después del altercado entre Rajan y el gobierno, y teniendo en cuenta el modo desagradable en que se desarrolló, hay motivos para temer que la gestión económica de la India también empiece a andar a los tumbos. En momentos de recuperación de los precios de las materias primas, aumento del riesgo de aterrizaje forzoso de China y futuro incierto para la Unión Europea, mal puede la India permitirse que eso suceda.
Rajan hubiera sido el candidato ideal para guiar la política monetaria india en este tiempo difícil. Ahora que no está, lo único que podemos esperar es que Modi y su gobierno se aseguren de que el próximo director del BRI sea alguien de un calibre comparable y con capacidad (e independencia) para sostener la credibilidad de la institución con acciones decididas. Y cuando lo encuentren, deberían recordar que un buen director de banco central no es prescindible. Citando el refranero popular, “éramos pocos y parió la abuela”, más incertidumbre sobre una economía llamada a liderar el crecimiento global en los próximos años, lo que se traducirá posiblemente en un menor crecimiento, si como prevemos le damos más importancia al corto plazo que a construir unos cimientos financieros sólidos que dejen al país en una situación inmejorable para continuar liderando el crecimiento mundial.
Javier Flórez
@FlorezJav