Los que nos seguís habitualmente
sabéis que soy de la opinión de que la temperatura de los mercados financieros
mundiales la marca la economía China. Digo esto por la situación de cambio estructural
en la que se encuentra. Digamos que es una economía lo suficientemente
importante como para producir un shock de desconocidas proporciones que
arrastre a los mercados globales, cada día más interconectados hacía el abismo
en caso de no controlar ese giro que se está produciendo, desde una economía
exportadora hacia una predominantemente consumista.
Hace unas semanas reflexionando
con colegas frikis de esto de la economía y los mercados comentábamos los
paralelismos que podían tener las dos grandes economías asiáticas y si China
podría convertirse en el próximo Japón. El destino de Japón fue sellado por su
renuencia a abandonar un modelo de crecimiento disfuncional. Si bien China se
distingue de Japón por haber adoptado el reequilibrio estructural, este país
está esforzándose por poner en práctica dicha estrategia. A menos que los
esfuerzos de China tengan éxito, los resultados podrían ser similares. Aunque
los líderes chinos tienen muy presente las lecciones aprendidas sobre la
economía japonesa en las últimas décadas.
Uno de los temas favoritos de
discusión en esta comparativa es la deuda. La deuda no financiera de China ha
aumentado de 150% del PIB en el año 2008 al 255% hoy en día, concentrándose dos tercios de
dicho aumento en el sector empresarial, en su mayoría empresas de propiedad
estatal (EPE). La deuda rápidamente creciente de China, que es el mayor
ahorrador del mundo ,con un nivel de ahorro interno bruto promedio de 49% del
PIB desde el año 2007 no es sorprendente
para nada. Las economías con altos niveles de ahorro son propensas a la alta
inversión, y la falta de reforma de los mercados de capitales. En China, lo
anterior ha sido amplificado por el
estallido de la burbuja inmobiliaria en el año 2015, lo que refuerza el papel desproporcionado que el
crédito bancario ha desempeñado en la financiación del auge de la inversión de
China.
La comparación de Japón es
especialmente instructiva en la evaluación de los riesgos de crecimiento
intensivo de la deuda. Situándose en casi el 390% del PIB a finales del año
2015, el ratio total de deuda de Japón es mayor en unos 140 puntos porcentuales
en comparación con el de China. Pero, debido a que Japón tiene una alta tasa de ahorro, un promedio de
24% del PIB desde el año 2007, básicamente debe pagar esa deuda a sí mismo.
Esto significa que no es vulnerable a la fuga de capitales de los inversores
extranjeros que a menudo es el factor que desencadena las crisis. Lo que
efectivamente originó grandes turbulencias financieras en los mercados el
pasado verano y comienzos de este año fue debido a la salida de capital
extranjero en la economía china.
Fuente: Instituto
internacional de finanzas
Ya que desde el año 2007 la tasa de ahorro de China dobla la de Japón, esta conclusión es aún más pertinente para su economía intensiva en deuda. El susto que pasó China a principios del año 2016 avivado por nerviosismos sobre fuga de capitales y riesgos relativos al tipo de cambio, no consideró por completo este punto. Los temores de un aterrizaje forzoso derivado de una crisis de la deuda china son ampliamente exagerados.
Las empresas zombis son también un tema de intensa discusión en China. En su calidad de actores clave en la primera década perdida de Japón durante los años 1990, se mantuvieron con vida a las empresas zombis mediante renovaciones perpetuas de préstamos bancarios subvencionados enmascarando así una enorme acumulación de cartera vencida (cartera en mora) que finalmente provocó la caída del sistema bancario japonés. De manera significativa, la interacción entre corporaciones nada rentables y bancos zombis obstruyó las arterias de la economía real provocando una fuerte desaceleración en el crecimiento de la productividad que Japón aún está .
Los líderes chinos han hecho referencia explícita a las compañías estatales zombis. Pero, a diferencia de Japón, que se mantuvo en negación del problema por casi una década, las autoridades chinas se han movilizado con relativa rapidez para frenar los excesos en dos industrias clave: las industrias del acero y el carbón y simultáneamente muestran señales sobre que también se movilizarán en las industrias del cemento, vidrio y construcción naval.
El deterioro de la calidad crediticia de China también es una reminiscencia de la experiencia de Japón. La tasa de morosidad oficial del 1,7% para el grupo de bancos cuyas acciones se intercambian en la bolsa, es sólo la punta del iceberg. Debajo de la superficie se encuentran los préstamos problemáticos, aquellos en los que los prestatarios están en las primeras etapas de dificultades de pago. Los anteriores, mismos junto con los créditos morosos en el sector bancario en la sombra, podría, al sumarse ambos, aumentar la tasa de morosidad de China a una carga total de alrededor del 8%. En tal caso y con el transcurso del tiempo, las autoridades enfrentarían la necesidad de inyectar capital en el sistema bancario chino.
Nada de esto es un oscuro secreto en Pekín, el debate cada vez más abierto e intenso entre los altos funcionarios sobre cómo evitar terminar como Japón. Los líderes chinos están prestando mucha atención a la relación entre los problemas chinos con la deuda y con las empresas zombis, problemas que bien podrían culminar en curvas parecidos a los de Japón, es decir que muestren una caída seguida por un largo período sin crecimiento o curva plana.
Todo esto nos lleva al corazón de la comparación entre China y Japón. Dos décadas y media perdidas es simplemente un resultado inaceptable para China. Pero, saber lo que China no quiere no es suficiente para garantizar que este país no vaya a quedar atrapado en una trampa propia de estilo japonés.
Las reformas son el factor diferenciador decisivo. La incapacidad de Japón para adoptar reformas estructurales fue una característica que marcó la década de 1990, y es un impedimento igualmente grave para el actual programa de recuperación, el llamado Abenomics. Por el contrario, la estrategia de China hace hincapié en el trabajo arduo de cambio estructural y de reequilibrio. Al final, el éxito o el fracaso dependerán de la voluntad de las autoridades de China para hacer frente a los poderosos intereses que se oponen a la reforma. Las lecciones de la China moderna especialmente las reformas y la apertura liderada por Deng Xiaoping son más importantes que las lecciones de Japón.
Javier Flórez
@FlorezJav