4/08/2016

Extremismo político y economía


Todos nosotros estamos percibiendo una cierta radicalización política en  los últimos tiempos sino, ¿Cómo explicamos el ascenso de Donald Trump, el riesgo de Brexit, el hecho de que Marie Le Pen cuenta con buenas posibilidades de convertirse en el próximo presidente de Francia, o que Podemos haya obtenido más de 5 millones de votos en España en las últimas elecciones.

Me viene a la mente un libro escrito por  por el filósofo francés Jean- Jacques Rousseau en el siglo XVIII, el contrato social, en el que habla de la libertad e igualdad de los hombres bajo un estado fundamentado en un contrato social, es decir, vivir bajo un estado de derecho que garantice las libertades del individuo.
Entretanto, las élites políticas se rompen la cabeza intentando analizar porqué alguien como Trump, un candidato con cuatro bancarrotas a sus espaldas, inmoral, altanero y todo un profesional del auto-bombo puede alzarse con la nominación del partido Republicano.

La cuestión es que esto no tiene nada que ver con las políticas de Trump (o la ausencia de las mismas), sino que tiene todo que ver con el hecho de que de algún modo es un anti-sistema. No hemos de temer que los Estados Unidos se estén orientando hacia las políticas de Trump, pero la élite política necesita reconocer que los votantes están alejándose del “contrato social” y de sus elitistas criterios políticos.








La cuestión es en qué situación se halla el contrato social mismo: la sociedad tal y como la conocemos está harta de ser dócil y aceptar una situación de emergencia que no se acaba nunca. Uno sólo puede afrontar un número limitado de emergencias en el tiempo de una vida.

Ahora los votantes del mundo quieren cualquier cosa menos a la clase dirigente tradicional. Este es el motivo por el que Hillary Clinton tiene muy complicado ganar las elecciones de EEUU o el bipartidismo en España ha llegado a su fin. Ellos personifican a la clase dirigente, del orden elitista. Trump o Pablo Iglesias, está tan lejos de ser políticos que representa el caos en un mundo de orden, y esto es lo que los votantes de EEUU quieren. Quizás del mismo modo, mucha de la gente que no tiene nada que perder apuestan por un cambio.

Económicamente, esto tiene todo el sentido del mundo, y lleva gestándose largo tiempo. El ratio compensación salarial / PIB en los EEUU es el más bajo registrado jamás.  En el primer gráfico, podemos ver la línea azul representa en porcentaje sobre los ingresos brutos del hogar ( salario y devengos salariales ) en una tendencia claramente descendente mientras que los beneficios empresariales ( segundo gráfico inferior) se muestra justamente la dirección opuesta.












Echando un vistazo  a estos gráficos no resulta nada sorprendente que los empleados y las clases medias aboguen por un cambio.

Los beneficios empresariales dependen de que los empleados del mundo dispongan de suficientes ingresos después de impuestos como para comprar los bienes de los generadores de beneficios. En otras palabras, durante todo este ciclo nos vemos ante una insuficiente retribución en las clases medias,mientras que apoyamos en exceso a las clases bancarias y creadora de beneficios.

La última actuación del Banco Central Europeo (BCE) fue un intento fallido más de ayudar:no fue más que otra limosna a los bancos, y hará poco para estimular la demanda final de los consumidores y las empresas.Parece como si el BCE y los responsables políticos no alcanzaran a entender la economía básica: la inflación deriva de la velocidad del dinero, y la velocidad del dinero en su forma más simple viene impulsada por la demanda de crédito, no por la oferta de crédito.

Debemos incentivar a los inversores y consumidores para que gasten o inviertan, y la demanda de crédito crece. Apoyar a los bancos no hará nada por la inflación o el crecimiento, pero hará cada vez más probable que se rompa el contrato social.No funciona, y en este momento es contraproducente tanto para los bancos como para alcanzar la meta de la normalización.

En este momento, la actuación en política monetaria está diseñada para atender, o ayudar, al lado de la economía que ya tiene acceso al crédito: bancos y empresas cotizadas. Esto se hace a expensas de empresas pequeñas y medianas, que obtienen mucho menos  crédito y absolutamente nada del capital político.

Entretanto, una pequeña parte de Wall Street consigue la mayor parte del crédito y todo el capital político.

Así que ¿cuál es el problema? Pues que esa pequeña parte de la economía (Wall street) que obtiene las grandes ventajas crea un pequeño porcentaje de los nuevos empleos y la productividad. Las pequeñas y medianas compañías, en cambio, el que consigue muy pocas ventajas, crea la mayor parte de todos los nuevos empleos y de los nuevos incrementos en productividad.

No es ninguna sorpresa que vivamos en un modelo económico sin movimiento social, uno en el que la expansión de los beneficios de las empresas se genera no a través de la productividad, sino por programas de recompra y una falta de inversiones en bienes de capital.

Tanto el contrato social como el modelo de negocio están rotos.Este año tiene todo que ver con re-equilibrar la economía alejándola de Wall Street y acercándola en mayor medida a la economía real. Para que aumenten el crecimiento y la productividad, necesitamos ver a Wall Street rindiendo relativamente peor y necesitamos ver mejorar a las clases trabajadores recibiendo mejores salarios.


Además, las empresas necesitan urgentemente comenzar a invertir en productividad y bienes de capital, algo que en gran medida llevan pasando por alto hace ya casi una década.

Este es el motivo por el que el contrato social está roto y por lo que se continuará penalizando a las élites políticas, que en gran medida siguen confiando en que al final se impondrá la lógica. Sí, la lógica prevalece... pero no de la manera en que piensan los encuestadores, voceros políticos y otros. En realidad, prevalece desde abajo hacia arriba.

Es necesario que los gobiernos que pueden endeudarse al cero de interés proyecten inversiones en infraestructuras a gran escala: ¿cómo podrían ser negativas en el tiempo unas infraestructuras?

Las empresas necesitan dejar de maximizar el flujo de caja y maximizar los beneficios en el tiempo, no meramente trimestre a trimestre, sino invirtiendo en la gente: actualización profesional, mejores productos, internet más rápida, digitalización, big data,...

El desmoronamiento del contrato social fue y es predecible desde una perspectiva histórica. La buena noticia es que el final de la era de demorar y poner buena cara no va a ser una nueva guerra, sino un cambio muy necesario de paradigma que se aleje de un contrato social basado en el miedo y en las medidas de emergencia.

No hay quien viva estando atemorizado todo el tiempo, y al tocar a su fin el contrato social, llegará una agenda nueva y más enfocada. Será ruidoso, y el espectro político se pondrá probablemente peor antes de mejorar, pero es una expansión del espectro político que es sumamente necesaria para apartarse del escenario político de todos en el centro, en el que tener un par de manos firmes es más importante que la ambición, las aspiraciones elevadas y los sueños.

La economía real está mejorando, y quiere y necesita metas que sean más ambiciosas. La microestructura en casi cualquier economía está trabajando duro y trabajará duro. Lo que necesitamos es que los banqueros centrales dejen de actuar como rock stars y que los políticos dejen de vender medidas de emergencia y atajen los problemas de una vez.

El mundo va bien: necesita un poco de ayuda en forma de inversiones (capex), pero en términos generales el mundo está más equilibrado y preparado para el cambio que en cualquier momento previo de esta crisis.

El cambio es bueno, y un nuevo contrato social debe ser visto como lo que es: el final de la economía planificada que irónicamente hemos adoptado desde que cayó el Muro de Berlín. Pero ¿qué significa esto para los mercados y la política?

Es más probable que suceda un Brexit que al contrario. El votante promedio en el Reino Unido no va a votar basándose en hechos, sino en su capacidad de dedicarle una peineta a la élite. Lo que ocurre en EEUU no tiene que ver con Trump, sino con el hecho de que nadie desea a la élite política establecida, el mismo caso que en nuestra querida España. El movimiento actual consiste en cualquier cosa menos los elitistas. Dudo de que Clinton tenga cualquier oportunidad de ganar la Casa Blanca, por ser tan del viejo mundo con respecto al contrato social.

En todos los países, la extrema izquierda y la extrema derecha es probable que lo haga mejor: no por sus programas, sino porque están alejadas del centro. Un espectro político amplio, completo es, por cierto, una mejora, sino diganme ustedes si en España:¿son capaces de diferenciar las políticas de izquierdas o derechas que representaban el PSOE y el PP respectivamente?. Mismo perro con distinto collar, ¡quizás podamos finalmente intentar diferenciar en función de la sustancia, y no por meros postureos!

Al mercado no le gustará esto y, como ya he dicho, el precio de esta transición es que Wall Street necesitará hacerlo relativamente peor, en parte por una transferencia de ingresos hacia la economía real y en parte debido a la necesidad de un incremento en las inversiones capex, pero esto es una buena cosa.La alternativa es más de las mismas insensateces de emergencia con las que hemos convivido durante los últimos años.

Javier Flórez
@FlorezJav









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