Todos nosotros estamos percibiendo una cierta
radicalización política en los últimos tiempos sino, ¿Cómo explicamos el
ascenso de Donald Trump, el riesgo de Brexit, el hecho de
que Marie Le Pen cuenta con buenas posibilidades de
convertirse en el próximo presidente de Francia, o que Podemos haya
obtenido más de 5 millones de votos en España en las últimas elecciones.
Me viene a la mente un libro escrito por por el filósofo francés Jean- Jacques Rousseau en el siglo XVIII, el contrato social,
en el que habla de la libertad e igualdad de los hombres bajo un estado
fundamentado en un contrato social, es decir, vivir bajo un estado de
derecho que garantice las libertades del individuo.
Entretanto, las élites políticas se rompen la cabeza intentando analizar porqué alguien como Trump, un candidato con cuatro bancarrotas a sus espaldas, inmoral, altanero y todo un profesional del auto-bombo puede alzarse con la nominación del partido Republicano.
Entretanto, las élites políticas se rompen la cabeza intentando analizar porqué alguien como Trump, un candidato con cuatro bancarrotas a sus espaldas, inmoral, altanero y todo un profesional del auto-bombo puede alzarse con la nominación del partido Republicano.
La cuestión
es que esto no tiene nada que ver con las políticas de Trump (o la ausencia de
las mismas), sino que tiene todo que ver con el hecho de que de algún
modo es un anti-sistema. No hemos de temer que
los Estados Unidos se estén orientando hacia las políticas de Trump, pero la
élite política necesita reconocer que los votantes están alejándose del
“contrato social” y de sus elitistas criterios políticos.
La cuestión es en qué
situación se halla el contrato social mismo: la sociedad tal y como la
conocemos está harta de ser dócil y aceptar una situación de emergencia que no
se acaba nunca. Uno sólo puede afrontar un número limitado de
emergencias en el tiempo de una vida.
Ahora los votantes
del mundo quieren cualquier cosa menos a la clase dirigente tradicional. Este es el motivo
por el que Hillary Clinton tiene muy complicado ganar las elecciones de EEUU o el
bipartidismo en España ha llegado a su fin. Ellos personifican a la clase
dirigente, del orden elitista. Trump o Pablo Iglesias, está tan lejos de
ser políticos que representa el caos en un mundo de orden, y esto es lo que los
votantes de EEUU quieren. Quizás del mismo modo, mucha de la gente que no tiene
nada que perder apuestan por un cambio.
Económicamente, esto
tiene todo el sentido del mundo, y lleva gestándose largo tiempo. El ratio compensación
salarial / PIB en los EEUU es el más bajo registrado jamás. En el primer gráfico, podemos ver la
línea azul representa en porcentaje sobre los ingresos brutos del
hogar ( salario y devengos salariales ) en una tendencia claramente
descendente mientras que los beneficios empresariales ( segundo gráfico
inferior) se muestra justamente la dirección opuesta.
Echando un
vistazo a estos gráficos no resulta nada sorprendente que los empleados y
las clases medias aboguen por un cambio.
Los beneficios
empresariales dependen de que los empleados del mundo dispongan de suficientes
ingresos después de impuestos como para comprar los bienes de los generadores
de beneficios. En otras palabras, durante todo este ciclo nos
vemos ante una insuficiente retribución en las clases medias,mientras
que apoyamos en exceso a las clases bancarias y creadora de beneficios.
La última
actuación del Banco Central Europeo (BCE) fue un intento fallido más
de ayudar:no fue más que otra limosna a los bancos, y hará poco para estimular la
demanda final de los consumidores y las empresas.Parece como si el BCE y
los responsables políticos no alcanzaran a entender la economía básica: la
inflación deriva de la velocidad del dinero, y la velocidad del dinero en su forma
más simple viene impulsada por la demanda de crédito, no por la oferta de
crédito.
Debemos incentivar a los
inversores y consumidores para que gasten o inviertan, y la demanda de crédito
crece. Apoyar a los bancos no hará nada por la inflación o el crecimiento,
pero hará cada vez más probable que se rompa el contrato social.No
funciona, y en este momento es contraproducente tanto para los bancos como
para alcanzar la meta de la normalización.
En este momento, la
actuación en política monetaria está diseñada para atender, o ayudar, al lado
de la economía que ya tiene acceso al crédito: bancos y empresas
cotizadas. Esto se hace a expensas de empresas pequeñas y medianas, que
obtienen mucho menos crédito y absolutamente nada del
capital político.
Entretanto, una
pequeña parte de Wall Street consigue la mayor parte del crédito
y todo el capital político.
Así que ¿cuál es el
problema? Pues que esa pequeña parte de la economía (Wall street) que
obtiene las grandes ventajas crea un pequeño porcentaje de los nuevos
empleos y la productividad. Las pequeñas y medianas compañías, en cambio, el
que consigue muy pocas ventajas, crea la mayor parte de todos los nuevos
empleos y de los nuevos incrementos en productividad.
No es ninguna
sorpresa que vivamos en un modelo económico sin movimiento social, uno en el
que la expansión de los beneficios de las empresas se genera no a través de la
productividad, sino por programas de recompra y una falta de inversiones en
bienes de capital.
Tanto el contrato
social como el modelo de negocio están rotos.Este año
tiene todo que ver con re-equilibrar la economía alejándola de Wall Street y
acercándola en mayor medida a la economía real. Para que aumenten el
crecimiento y la productividad, necesitamos ver a Wall Street
rindiendo relativamente peor y necesitamos ver mejorar a las clases
trabajadores recibiendo mejores salarios.
Además, las
empresas necesitan urgentemente comenzar a invertir en productividad y bienes
de capital, algo que en gran medida llevan pasando por alto hace ya casi
una década.
Este es el motivo por
el que el contrato social está roto y por lo que se continuará penalizando a
las élites políticas, que en gran medida siguen confiando en que al final se impondrá la
lógica. Sí, la lógica prevalece... pero no de la manera en que piensan los
encuestadores, voceros políticos y otros. En realidad, prevalece desde abajo
hacia arriba.
Es necesario que los
gobiernos que pueden endeudarse al cero de interés proyecten inversiones en
infraestructuras a gran escala: ¿cómo podrían ser negativas en el tiempo unas
infraestructuras?
Las empresas
necesitan dejar de maximizar el flujo de caja y maximizar los beneficios en el
tiempo, no meramente trimestre a trimestre, sino invirtiendo en la gente:
actualización profesional, mejores productos, internet más rápida,
digitalización, big data,...
El desmoronamiento
del contrato social fue y es predecible desde una perspectiva histórica. La buena noticia es que el final de la era de demorar y poner
buena cara no va a ser una nueva guerra, sino un cambio muy
necesario de paradigma que se aleje de un contrato social basado en el
miedo y en las medidas de emergencia.
No hay quien viva
estando atemorizado todo el tiempo, y al tocar a su fin el contrato social,
llegará una agenda nueva y más enfocada. Será ruidoso, y el espectro
político se pondrá probablemente peor antes de mejorar, pero es una
expansión del espectro político que es sumamente necesaria para apartarse
del escenario político de todos en el centro, en el que tener un par de
manos firmes es más importante que la ambición, las aspiraciones elevadas y los
sueños.
La economía real está
mejorando, y quiere y necesita metas que sean más ambiciosas. La
microestructura en casi cualquier economía está trabajando duro y trabajará
duro. Lo que necesitamos es que los banqueros centrales dejen de actuar como
rock stars y que los políticos dejen de vender medidas de emergencia y
atajen los problemas de una vez.
El mundo va bien:
necesita un poco de ayuda en forma de inversiones (capex), pero en
términos generales el mundo está más equilibrado y preparado para el cambio que
en cualquier momento previo de esta crisis.
El cambio es bueno, y
un nuevo contrato social debe ser visto como lo que es: el final de la economía
planificada que irónicamente hemos adoptado desde que cayó el Muro de Berlín.
Pero ¿qué significa esto para los mercados y la política?
Es más probable que
suceda un Brexit que al contrario. El votante promedio en el Reino Unido no va a
votar basándose en hechos, sino en su capacidad de dedicarle una peineta a la
élite. Lo que ocurre en EEUU no tiene que ver con Trump, sino con el
hecho de que nadie desea a la élite política establecida, el mismo caso que en
nuestra querida España. El movimiento actual consiste en cualquier
cosa menos los elitistas. Dudo de que Clinton tenga cualquier oportunidad de
ganar la Casa Blanca, por ser tan del viejo mundo con respecto al contrato
social.
En todos los países,
la extrema izquierda y la extrema derecha es probable que lo haga mejor: no por sus
programas, sino porque están alejadas del centro. Un espectro político amplio,
completo es, por cierto, una mejora, sino diganme ustedes si en
España:¿son capaces de diferenciar las políticas de izquierdas o derechas
que representaban el PSOE y el PP respectivamente?. Mismo perro con distinto
collar, ¡quizás podamos finalmente intentar diferenciar en función de
la sustancia, y no por meros postureos!
Al mercado no le
gustará esto y, como ya he dicho, el precio de esta transición es que Wall Street
necesitará hacerlo relativamente peor, en parte por una transferencia de
ingresos hacia la economía real y en parte debido a la necesidad de un
incremento en las inversiones capex, pero esto es una buena cosa.La alternativa
es más de las mismas insensateces de emergencia con las que hemos convivido
durante los últimos años.
Javier Flórez
@FlorezJav