En
la búsqueda de orientar mi cartera en el largo plazo continuo en la búsqueda de
cuales serán las zonas más óptimas para obtener buenos retornos, no me puedo
resistir a mantener a China en mi radar. Y es que a pesar de los desequilibrios
que presenta, basados en mayor medida, en su enorme deuda total que alcanza el
230% sobre PIB y una economía que presenta un evidente exceso de
capacidad productiva.
China se enfrenta a la difícil tarea de lograr un aterrizaje económico lo menos traumático posible, después de décadas de expansión económica espectacular. En la complicada economía mundial de hoy en día, China tiene una ventaja que otros países carecen: tiene marcado un camino claro hacia adelante. Si China lleva a cabo un esfuerzo sostenido e integral para aumentar la productividad, puede hacer frente a sus desafíos de crecimiento, reducir los riesgos de atravesar por crisis financieras, así como puede concluir de forma exitosa su transición hacia una economía de altos ingresos que sea impulsada por el consumo y tenga una gran clase media y acomodada.
Los catalizadores de crecimiento de su economía durante las últimas décadas se han sustentado en ser una enorme reserva de mano de obra
excedente, inversiones masivas en infraestructura, vivienda y capacidad
industrial y estos están llegando a su fin. La población en edad de trabajar ha alcanzado
su punto máximo, la urbanización se está desacelerando, y las industrias del
acero y del cemento están sufriendo por un exceso de capacidad instalada. Los
rendimientos sobre el capital han disminuido, por lo que China no puede confiar
en que el gasto en inversión vaya a generar suficiente crecimiento.
Afortunadamente, China tiene un gran margen para lograr ganancias en el ámbito de
la productividad laboral, ya que solamente consigue obtener niveles de entre un 10 y un
30% de aquellos alcanzados por las economías avanzadas. Con datos de Global McKinsey sobre una muestra de más de 2.000 empresas chinas que abarcan sectores que
van desde los del carbón y el acero, hasta aquellos de fabricación de
automóviles y ventas al por menor, determina que es posible elevar la
productividad china hasta el año 2030 en proporciones que van desde un 20% a un
100%. Este dato me hace ver con un gran optimismo el futuro del país asiático.
Considere
el sector de servicios de China. Si bien este sector ha crecido rápidamente y
ahora representa alrededor del 50% del PIB, la actividad empresarial con bajo
valor añadido continúa siendo dominante. En promedio, las empresas de
servicios en China sólo alcanzan una productividad de entre el 15 y 30% del nivel de productividad de sus homólogas en
países miembros de la OCDE. Si tenemos en cuenta el potencial de consumo Chino debemos de ser optimistas en el rebalanceo de la economía asiática. El incremento de su masa crítica en el sector consumo se debe principalmente a dos factores: incremento de las rentas y el traslado de población de zonas rurales a las ciudades, estos últimos son los consumidores que generaran crecimiento en contra de la población de las zonas rurales basados en economía de subsistencia.
Además de modernizar las operaciones existentes
(por ejemplo, mediante la introducción de sistemas de caja con autoservicio en
comercios al por menor), China tiene la oportunidad de complementar su sector
manufacturero con servicios empresariales que tienen un alto valor diferencial, en
áreas tales como el diseño, la contabilidad, el marketing y la logística.
En
el sector de manufactura propiamente dicho, China puede hacer mayores esfuerzos
por automatizar sus fábricas. China es el mayor comprador mundial de robots,
pero aún sólo tiene 36 robots por cada 10.000 trabajadores, en comparación con
164 en Estados Unidos y 478 en Corea. Las empresas chinas ya han demostrado que
pueden combinar el trabajo de líneas de ensamblaje automatizadas con líneas
manuales. Además, este sector puede aumentar su productividad mediante la racionalización
de sus operaciones y la mejora de su eficiencia energética, con lo que
acercaría su nivel de desempeño a aquel de sus homónimos a nivel mundial.
Las
empresas chinas son las principales productoras en una amplia gama de
industrias, pero aún tienen que tomar el mando sobre procesos de producción que
son los que agregan el mayor valor a los productos. Cuando se trata de
semiconductores, por ejemplo, las empresas chinas en su mayoría sirven sólo
como fundiciones para empresas extranjeras que diseñan y venden chips para
computadoras (y, al hacerlo, dichas empresas son las que capturan y se
benefician con el mayor valor). Del mismo modo, los productos genéricos
representan el 90% de las ventas farmacéuticas chinas.
China
puede apoyar la innovación de muchas maneras, como ser mediante el desarrollo
de clústeres de investigación y desarrollo, así como al ayudar a que los
inventores reciban mayores beneficios debido a que se les brinde mayor
protección a su propiedad intelectual o también mediante reformas en el proceso
que se sigue para llevar a nuevas empresas al mercado.
En la industria
farmacéutica, por ejemplo, está surgiendo un grupo de empresas innovadoras que
desarrollan un abordaje eminentemente chino en el descubrimiento de fármacos:
ellas trabajan en escala masiva y con talento técnico de bajo costo. Estas
empresas pueden estar en dirección correcta para abrirse paso en el negocio más lucrativo
de los medicamentos de marca.
En
China, algunas de las mayores oportunidades para alcanzar una mayor
productividad se encuentran en sectores que sufren de exceso de capacidad
instalada. Durante la última década, el exceso de capacidad ha reducido los
rendimientos anuales sobre el capital del 17% al 6% en las industrias del
carbón y el acero del país. La industria automotriz de China es capaz de
construir 40 millones de automóviles por año para un mercado que consume, hoy
en día, 26 millones de vehículos. La reestructuración de las industrias, como
por ejemplo la del acero, que sobreviene cuando se permite que los participantes
no competitivos de una determinada industria fracasen o cuando se fomenta la
consolidación de empresas, podría aumentar drásticamente la productividad, sin
comprometer la capacidad de satisfacer la demanda.
A
medida que las empresas se desplacen hacia actividades de mayor valor agregado,
se crearán millones de puestos de trabajo mejor remunerados, lo que debería
aumentar los ingresos de los hogares y, consecuentemente, llevar a un mayor
número de ciudadanos chinos a formar parte de la clase media. Sin embargo,
durante los primeros dos a tres años durante los cuales aún no se sentirá el
efecto del aumento de productividad, la reasignación masiva de recursos podría
causar sufrimiento y perturbaciones económicas de consideración. Será necesario
volver a capacitar y volver a asignar puestos de trabajo a millones de
trabajadores con bajas cualificaciones laborales, y puede que el PIB crezca más
lentamente de lo esperado, antes de que dicho PIB tome un ritmo ascendente,
constante y moderadamente rápido, con miras al futuro. La recompensa merecerá la pena.
La
alternativa es una continuación del statu quo, es decir, se
continúe apuntalando empresas de bajo rendimiento con el pretexto de preservar
puestos de trabajo y conservar la estabilidad social incluso cuando dichas
empresas elevan los riesgos para los bancos chinos. Al elegir esta alternativa,
el país utilizaría sus recursos de manera improductiva y sus empresas se
tornarían en menos competitivas a nivel mundial.
La
historia de China proporciona razones para creer que sus líderes elegirán la
alternativa correcta. En la década de 1990, las industrias estatales chinas pasaron por severas dificultades y la crisis financiera asiática pusieron a la economía del
país en riesgo de sufrir una desaceleración importante. Sin embargo, en lugar de intentar utilizar
estímulos fiscales y monetarios para proporcionar un impulso económico a corto
plazo, el gobierno llevó a cabo reformas bastante dolorosas y puso al
país en el camino que lo condujo hacia dos décadas de un impresionante
crecimiento de dos dígitos.
Hoy
en día, China se enfrenta a una decisión similar. Puede conformarse con
soluciones temporales que en última instancia empeoran el problema. O,
alternativamente, China puede aprovechar esta oportunidad y puede apretar el
paso hacia adelante con reformas que impulsen la productividad y creen prosperidad económica durante
muchos años por venir. Sigo pensando que la economía china presenta un enorme potencial de cara al medio y largo plazo, todo esto a pesar de los muchos y muy variados detractores que califican al dragón asiático como el foco principal de las turbulencias en la economía mundial. Mirando más allá son más los beneficios que los riesgos, ya saben, será una cuestión de convicción.
Javier Flórez
@FlórezJav