Tengo que reconocer mi admiración por algunos de los grandes gestores value
de nuestro país que promulgan la teoría austriaca del ciclo económico. A la
vista de los resultados parece que sus bondades les están dando la razón.
Echando la vista atrás, este tipo de inversores se han librado del crash de las
compañías tecnológicas, no invertir en bancos ni inmobiliario y mantener optimismo
a largo plazo sobre la economía china. Lo último, es algo que compartimos con
algunos de los mejores en el mundo de la gestión como Az valor. Puedes ver nuestro post al respecto.La visión
positiva a largo plazo de la economía china en su apuesta por las empresas de
materias primas, está siendo simplemente brutal, si no echen un ojo a la
rentabilidad de su fondo internacional en 2016.
Parafraseando a Charlie Munger en la última conferencia de Berkshire
Hathaway en la necesidad de aprendizaje continuo: “Con 92 años me queda mucha
ignorancia”, pues eso, en mi afán de conocer los entresijos sobre como funciona la teoría
austriaca del ciclo trataré de resumir mi visión de lo que implica esta teoría con un ejemplo lo más real y sencillo posible.El hombre afronta un mundo de escasez física. Es decir, no pueden atenderse todos nuestros deseos y necesidades, que son prácticamente ilimitados. Debemos producir para consumir y esto significa que debemos combinar nuestro trabajo con cualesquiera recursos dados por la naturaleza que tengamos disponibles. Como seres propiamente racionales, los hombres han llegado a reconocer muchas formas de resolver este problema, como la cooperación pacífica bajo la división del trabajo llevando a un aumento en la productividad y los derechos de propiedad privada que permiten el cálculo económico de forma que pueden compararse con sentido distintas formas de actuar.
La circunstancia que
aparece aquí es que uno debe combinar de alguna manera su trabajo con recursos
disponibles para producir bienes para consumo (es decir, alimento, alojamiento,
etc.). Por ejemplo, puedo recoger manzanas y este proceso produce un cierto
nivel de consumo. Sin embargo, si quiero tener un nivel más grande de consumo,
debo crear algunos medios de aumentar mi recolección de manzanas: por ejemplo,
construyendo cualquier tipo de utensilio para golpear los manzanos y una red
para recogerlas al caer al suelo.
Sin embargo, salvo
que estos medios los proporcione la naturaleza, debo construirlos yo mismo y
esto tomará tiempo, tiempo durante el cual no puedo recoger y consumir manzanas
con mi viejo método. Así que durante el tiempo en que estoy creando mi nuevo, y
supuestamente más eficiente método, debo tener alguna forma de mantenerme. Esto
solo puede producirse al haber ahorrado (es decir, haber dejado de consumir) una
cantidad suficiente de manzanas en el pasado, para poder ahora trabajar en
otras aproximaciones.
Evidentemente, si el
segundo sistema de nueva herramienta y red, supuestamente más productivo,
hubiera requerido la misma cantidad de tiempo de construcción que el método de
recogida a mano, me habría dedicado a este medio desde el principio. Como
adquirir la mayor productividad tiene un coste (que es el tiempo que se quita
del uso de viejo método para facilitar la producción y, por tanto, el consumo)
debe haber medios de pagar ese coste.
Por supuesto, no
todos los procesos más largos de producción son más productivos. Un proceso al
que cueste más llegar al estado final de producción solo se adoptará si es
equivalentemente más productivo. En la concepción austriaca, mayores ahorros
permiten la creación de proceso de producción más indirectos, es decir,
procesos de producción cada vez más alejados del producto terminado. Este es el
papel del ahorro y podemos preguntarnos qué determina un nivel concreto de
ahorro.
La preferencia
temporal es el grado en que la gente valora el consumo actual sobre el consumo
futuro. La clave de la teoría austriaca del ciclo económico es que las intervenciones
en el sistema monetario crea una disparidad entre preferencia temporal del
consumidor y juicios empresariales respecto de esas preferencias temporales.
Volvamos al ejemplo
anterior. Lo que me limita es mi nivel de preferencia temporal. Si disfruto así
de tal manera el consumo actual que la idea de aumentar el consumo futuro no me
convence para renunciar ahora a comer las suficientes manzanas, no dedicare
recursos a construir nuevos sistemas de mejora.
Como ejemplo
numérico, consideremos el caso en que la recogida a mano produzca doce manzanas
al día y estoy sencillamente indispuesto a tomar menos de diez manzanas
por día. Supongamos además que mi preferencia temporal cae de forma que
estoy dispuesto a ahorrar dos manzanas diarias durante siete días .Tendré por tanto
una reserva de catorce manzanas. Supongamos que trabajo una cuarta parte del
día en mi nuevo método de producción de manzanas y gasto las otras tres cuartas
partes en producir manzanas con la vieja técnica. El viejo método me dará nueve
manzanas diarias y puedo usar una manzana de mis ahorros para atender mis
actuales necesidades de consumo.
Si puedo terminar el
sistema de vara y red en catorce días (el alcance de mi reserva), entonces todo
está bien y puedo continuar disfrutando de los frutos de mi trabajo. Sin
embargo, si me equivoco y el proceso dura más de catorce días, debo suspender
temporalmente la producción (o al menos retrasarla) para financiar mi consumo
actual, que, por suposición, valoro en un cierto nivel de consumo actual sobre
el aumento en el consumo futuro (la esencia de la preferencia temporal). Se
trata de que debe haber suficiente propiedad para mí para alargar la estructura
de producción y esta propiedad solo puede provenir de (pasados) ahorros. Si mi
preferencia temporal no permite que haya disponible suficiente propiedad para
crear este proceso de producción, mis esfuerzos acabarían en fracaso.
Por si acaso se
piensa que este ejemplo es artificial, considerad la situación en la que mis
necesidades son de nueve manzanas diarias. Resultaría que puedo seguir
trabajando un cuarto de día en la nueva técnica sin tener una existencia previa
de manzanas, ya que el resto de los tres cuartos de día de trabajo con el
antiguo método cumplirían con estas necesidades.
Sin embargo, deben
advertirse dos cosas. Primero, mi preferencia temporal debe primero caer de un
consumo diario de doce manzanas a nueve. Segundo, y esto es la clave, si
hubiera ahorrado anteriormente, podría gastar ese mismo tiempo en crear el
nuevo método, produciendo así un aumento en la producción de manzanas mucho
antes. Los ahorros siguen siendo clave
para este proceso de construcción de capital y los ahorros se dirigen por la
preferencia temporal. De hecho, la preferencia temporal se manifiesta en los
ahorros.
Este mismo proceso
de utilizar los ahorros para financiar la producción actual para un consumo
futuro se produce en economías más complejas. (Por supuesto, con la
introducción de más de un individuo, se hace posible el reconocimiento de la
mayor productividad bajo la división del trabajo, llevando al hombre por
encima del nivel de subsistencia y haciendo posible la existencia de ahorros).
En cualquier momento dado, los individuos de una sociedad se dedican a la
producción para alcanzar algún nivel de necesidades de consumo. Para que se
entre en procesos más largos (y, por tanto, si se van a mantener, más
productivos), es necesario que algunos individuos dejen de consumir en el
pasado para que se pueda mantener a otros individuos y se facilite así que
ensamblen esta nueva estructura, durante la cual no pueden producir (y, por
tanto, no pueden consumir) bienes de consumo con los métodos de la vieja
estructura.
Lo importante de la
teoría austriaca del ciclo económico es que la inflación de crédito distorsiona
este proceso, haciendo que parezca que existen más medios para la producción actual
de los que son realmente sostenibles. Como esto es en realidad una ilusión, imprimir
derechos de propiedad, (inflación), no es lo mismo que tener realmente
propiedad, los esfuerzos de los empresarios por crear una estructura de
producción que no reflejen preferencias temporales actuales de los consumidores
(que se manifiestan en los ahorros disponibles para la compra de bienes de
producción), deben acabar en fracaso.
Cualquier tipo de
economía por encima de las más primitivas, por supuesto, no se dedica al
trueque, sino más bien utiliza dinero como un medio de intercambio para superar
el problema de la ausencia de una doble coincidencia de deseos. Sin embargo,
debe destacarse que, aparte de este papel único, el dinero es en sí mismo un bien, el bien más comercializable. Es
verdad que el dinero es valioso en la medida en que otros estén dispuestos a
aceptarlo en los intercambios. Sin embargo, el dinero en sí mismo debe haberse originado primero como un bien que
proporcione un servicio directo antes de poder convertirse en un bien que
proporciona un servicio indirecto (es decir, dinero).
Como en cualquier
otro intercambio, uno puede descubrir posteriormente que no gusta a nadie; por
ejemplo, uno puede descubrir que el bien monetario ya no es aceptado por la sociedad.
No hay nada particular acerca del dinero en este aspecto. Lo que es particular del dinero es su uso en el cálculo económico.
Como todos los intercambios son, en definitiva, intercambios que afectan a la
propiedad, es indispensable una unidad común para comparar esos intercambios.
En concreto, la cantidad de dinero como
ahorro representa una medición de la cantidad de propiedad disponible para
los procesos de producción. De
hecho, para siquiera mantener una estructura dada de producción hace falta
alguna abstención del consumo, de tal forma que pueda conseguirse la producción
dedicada al mantenimiento en lugar del consumo.
Tener efectivo (en
tu cartera, en una lata en el patio, etc.) no es una forma de ahorro. Los
balances de caja pueden aumentar sin que disminuyan las preferencias
temporales, como pasa cuando se ahorra. Ahorrar es disminuir el gasto en bienes
de consumo y aumentar el gasto en bienes
de producción.
El hecho de que
ahorrar implique normalmente un intermediario (es decir, un banco) para
permitir que algún otro gaste en bienes de producción no cambia este hecho. El
dinero es en sí mismo un bien presente; retenerlo compra una comodidad actual
acerca de un futuro incierto. Prestar depósitos a la vista o derechos a
bienes actuales no facilita la compra de bienes de producción.
Lo esencial acerca
del dinero es que permite el cálculo económico, la comparación de ingresos
anticipados por una acción con costes potenciales en una unidad común. El
dinero es propiedad, y bajo
un sistema monetario que hace parecer que existe más propiedad para la
producción de la que existe realmente, la quiebra es inevitable.
Uno no tiene que
centrarse en si los empresarios interpretan correctamente o no los tipos de
interés. Los empresarios hacen juicios acerca del futuro y, por supuesto,
siempre pueden cometer errores: el éxito no puede conocerse ahora. Sin embargo,
los juicios serán erróneos cuando una afronta la ilusión de una mayor cantidad
de ahorro respecto de la que justificarían las preferencias temporales de los
consumidores. Esta es precisamente la situación establecida por el sistema
bancario, como intermediarios entre ahorradores y productores o inversores,
como se produce actualmente en el mundo occidental. El sistema garantiza el
error, aunque por supuesto no excluye el éxito; es decir, la existencia de
genuino crecimiento económico junto a malas inversiones.
Como podemos
apreciar el ciclo económico de acuerdo a la teoría austriaca es un
reconocimiento de que los meros deseos subjetivos no pueden hacer que exista
más propiedad de la que existe realmente. Si un sistema monetario da la
impresión de que las preferencias temporales de los consumidores, como
proveedores de propiedad para fines de producción, son menores de lo que
realmente son, entonces, la estructura de producción así ensamblada en dicho
sistema es un error en sí misma. Aunque los planes parezcan viables durante la
fase inicial de un auge, necesariamente revelarán ser erróneos debido a una
falta de suficiente propiedad. Esto es lo esencial en la teoría austriaca del
ciclo económico.
Javier Flórez
@FlorezJAv