10/07/2016

El sinsentido de los tipos de interés negativos


La continuidad de las políticas monetarias extraordinarias en diversos países de mercados desarrollados ha llevado a terreno negativo las rentabilidades de la deuda pública, que ya se encontraba en niveles bajos. Es posible que esta evolución se convierta en un fenómeno cada vez más habitual en los próximos años. En la actualidad, existe deuda en todo el mundo valorada en 13 billones de dólares estadounidenses y que ofrece intereses negativos, pues la caída de los rendimientos de la deuda pública de mercados desarrollados está hundiendo la rentabilidad del conjunto de los bonos a escala global. Por tanto, ¿por qué existe demanda de activos que ofrecen intereses negativos? ¿Proseguirá la tendencia? ¿Durante cuánto tiempo pueden los bonos seguir resultando atractivos en esta situación?


Siendo puristas una rentabilidad baja, en épocas normales, suele ser indicativo de que en los mercados de bonos se está produciendo una ralentización económica y que, como resultado de ello, los inversores están pasando a activos más seguros y aceptando rendimientos menores. Sin embargo, los mínimos históricos actuales en que se encuentran las rentabilidades en diversos países desarrollados no son señal de recesiones inminentes, sino la consecuencia de años de políticas monetarias acomodaticias.

En los últimos años, cada vez más activos de deuda pública han pasado a ofrecer rentabilidades negativas, principalmente como resultado de que los bancos centrales hundieran los tipos de interés a terreno negativo en un intento de ofrecer a la economía mayores estímulos por medio de la política monetaria. Además, la persistencia de los programas de relajación cuantitativa (compras de bonos) de los principales bancos centrales ha actuado coordinadamente con estos tipos a corto plazo negativos para seguir enterrando la rentabilidad de los bonos en terreno negativo. Esto se debe a que las compras de los bancos centrales generan más demanda de deuda pública en un momento en que la emisión neta de dicha clase de activos (es decir, la oferta nueva cada año) es efectivamente cada vez menor.

La pregunta del millón es por qué se adquieren bonos que tienen rendimientos negativos, más allá de los mandatos de algunos inversores institucionales. Las entidades de crédito, los fondos de pensiones y las aseguradoras deben invertir en deuda pública con independencia del rendimiento que ofrezcan. Pero créanme que existen motivos para invertir en este entorno de mercado. Por ejemplo, las preocupaciones por el rumbo que seguirá una economía y la consiguiente huida de los inversores hacia activos seguros, los temores en torno a la deflación o los requisitos de los mandatos de inversión o reglamentarios. En los dos primeros casos, podría hasta tolerarse una pequeña pérdida en la inversión si el inversor teme la devolución efectiva del capital, aunque sea con una ligera pérdida, en lugar de conseguir un rendimiento por dicho dinero. Pagar un precio por encima del valor nominal podría considerarse una prima de seguro por volver a recibir el capital en un momento determinado.

Los inversores también adquieren deuda pública con rentabilidades negativas por otros motivos, como tratar de evitar abonar un tipo de interés negativo mayor por sus depósitos en bancos. Además, los inversores especulan sobre si los tipos de interés podrían seguir cayendo en lugares como Europa y Japón, lo cual se traduciría en mayores descensos de la rentabilidad de la deuda pública y, por tanto, en precios y plusvalías mayores. Otros inversores adquieren bonos con rentabilidades negativas en el marco de una estrategia de divisas con la esperanza de obtener grandes ganancias por el cambio, lo cual compensaría con creces el rendimiento negativo.

Alemania emitió su primer bono soberano a diez años con rentabilidad negativa a mediados de julio de 2016. Aunque la deuda pública alemana a diez años se negociaba con rendimientos negativos en el mercado secundario semanas antes de la nueva emisión, éste fue un momento simbólico dado que el bono alemán a diez años se considera la emisión de referencia en Europa. Es posible que la rentabilidad de la deuda pública permanezca en terreno negativo mientras los tipos de interés sigan por debajo de cero en sus respectivos países, concretamente los bonos de emisiones con vencimientos más cortos. Numerosos bancos centrales, como el Banco de Inglaterra, han manifestado su temor al traslado de los tipos de interés a terreno negativo dados los efectos perjudiciales que dicha decisión podría imprimir sobre la rentabilidad del organismo. Esto podría evitar que siga aumentando el número de activos de deuda pública que ofrecen rendimientos negativos.

Sin embargo, existen cada vez más dudas sobre la eficacia de las políticas monetarias actuales, concretamente cuando se despliegan de maneras no convencionales como, por ejemplo, la relajación cuantitativa. En caso de que fracasen los intentos de política monetaria de espolear la economía mediante otros métodos, los tipos de interés negativos bien podrían ser la única opción disponible.
Si bien la teoría económica anterior daba por sentado que el 0% era el nivel más bajo que alcanzarían los tipos de interés, se ha demostrado que ése no es el caso pues, con unos tipos de interés ligeramente negativos, es improbable que la mayor parte de los partícipes del mercado almacenen grandes cantidades de instrumentos no remunerados, como billetes y monedas, sino que conservarán su capital en su forma electrónica y remunerada.

El sistema bancario ha logrado adaptarse a los tipos de interés negativos, si bien existen cada vez más preocupaciones sobre el efecto de dichas cotas sobre la rentabilidad de las entidades de crédito. Si las entidades de crédito asumieran los costes de los tipos negativos, sus márgenes de beneficio se verían sometidos a presiones elevadas (su margen de interés neto, es decir, la diferencia entre sus tipos de préstamo y sus tipos de depósito). Dada su mermada capacidad para ganar dinero, las entidades de crédito podrían decantarse por prestar incluso menos a la economía y asumir mayores riesgos en la búsqueda de beneficios.

Por tanto, de cara al futuro, es improbable que la rentabilidad de la deuda pública sea tan robusta como durante los años que siguieron al estallido de la crisis financiera mundial. Dicha evolución bien puede beneficiar a los activos de riesgo desde el punto de vista de la diversificación, si bien merece la pena recordar que, durante los últimos años, tanto la renta variable como los bonos han evolucionado adecuadamente. En cierta medida, el sólido rendimiento de la renta variable no ha sido el resultado de un crecimiento económico robusto, sino simplemente la consecuencia de su atractivo en comparación con la rentabilidad de los bonos: la subida de la marea de la política monetaria parece que elevó ambos barcos, el de renta variable y el de bonos.

Merece la pena plantearse cuánto más durará esta situación y, en caso de que los bancos centrales comiencen a endurecer sus políticas monetarias, la presión a la que se verán sometidas todas las clases de activos. Ya lo decíamos en un post anterior que la renta fija se encuentra cuanto menos peligrosa, estamos en un territorio nunca explorado por los bancos centrales anteriormente y las consecuencias por mucho que vaticinen los gurús nadie las conoce. Es curioso que intentando estimular la economía puedan conseguir justo el resultado contrario,por ello como inversores, intentaremos aprovechar este sinsentido imperante.

Javier Flórez
@FlorezJav
Share: