El otro día mientras veía uno de
esos debates entre las fuerzas políticas
que afortunadamente ya son más de
dos en nuestro país, un integrante
de la vieja guardia, dígase PP o PSOE, reivindicaba
que las nuevas fuerzas emergentes no tenían ninguna experiencia en gestionar
ni el presupuesto de su comunidad de vecinos. La respuesta de uno de los miembros del partido aspirante no pudo
ser más acertada a mí entender y fue algo así:
“Tengo la experiencia de verdad, la de intentar levantar la trapa de mi
negocio cada día mientras un político como tú toma decisiones desde un despacho
sin preocuparse por el día a día de la gente que mantiene en pie este país,”.
Quizás algunos me tachen de populista, ventajista, pero desde mi humilde
opinión, necesitamos gente que sepa el verdadero esfuerzo que hacen las
familias para salir adelante.
Esa respuesta me ha llegado al
alma y es que hoy día, el crecimiento
económico es la preocupación
predominante de nuestros tiempos, casi
todos nuestros problemas dependen de restablecer un robusto crecimiento.
A lo largo de la historia, el crecimiento ha dependido de de una
fuente: la productividad, el
valor de bienes y servicios que cada trabajador puede producir por una unidad
de tiempo. A su vez, la productividad se
incrementa con la creación de nuevas compañías que desplazan a las antiguas
y por tanto los beneficios de sus propietarios, generando ingresos sólidos para que sus dirigentes y trabajadores
generen la tan ansiada prosperidad.
Mucha gente trabaja horas y horas
para mejorar su nivel de vida pero pronto se encuentran con un límite difícil
de superar. Ahorro, inversión y la
formación de capital puede ayudarnos a crecer pero sus beneficios son
limitados. Solamente las nuevas ideas, nuevos productos, tecnologías, empresas
y la promoción del talento traerán grandes incrementos de prosperidad.
Una regla de oro en la política económica: transfiriendo rentas en
forma de subsidios se distorsionan los precios ralentizando competitividad e innovación,
me viene a la cabeza dos casos antagónicos
Europa y su burocracia vs Reino
Unido y su libertad económica.
La finalidad de implementar más regulación es transferir dinero a un grupo específico de gente, empresas o
industrias reduciendo la competitividad
con todo lo que conlleva, desincentivando
la inversión privada y promoviendo
el despilfarro.
Ese vicio intervencionista intentando regularlo casi todo nos lleva a
un distanciamiento con el crecimiento real. Dificulta la creación de
empresas, por lo tanto no creamos puestos de trabajo, no se puede innovar, no
mejoramos la productividad, no se genera riqueza y por ende el crecimiento se
esfuma o simplemente no es suficiente. Un
claro ejemplo, el impuesto al sol que quieren instaurar en España, simplemente
sin comentarios.
Este es un debate que lleva mucho tiempo sobre la mesa, más o menos regulación, es realmente
efectiva, inteligente o estúpida, basadas en leyes o en caprichos de los
reguladores, responsable o arbitraria, deberíamos evaluar el ratio coste
beneficio rigurosamente y más allá del color político analizar en profundidad
si verdaderamente apoyamos el crecimiento o somos un obstáculo hacia el mismo.
En el siglo XXI gran parte de la
gente estaría de acuerdo que debemos comenzar por una reforma del sistema impositivo orientado al crecimiento, con tasas marginales más reducidas, donde ese dinero que no se paga en impuestos vaya directamente al bolsillo de las
personas. Aumentando los ingresos se
incrementará del mismo modo la base de aquellos que tributan, simplificando al
máximo el sistema evitando exenciones y resquicios dentro del propio sistema.
El impuesto de sociedades debería de ser mucho más moderado, cada euro que cualquier empresa paga a los estados se traduce en incremento de precios de sus
productos, salarios más bajos para sus trabajadores y menores rendimientos para
sus accionistas. No tratemos de ahogar a las compañías gravando el
ingreso, reduciremos el incentivo al
ahorro, la inversión y la creación de empresas.
Otro de los puntos conflictivos
sería la regulación en el mercado
laboral, vemos en los telediarios de medio mundo que los países nórdicos son
un ejemplo con tasas de paro estructurales o pleno empleo.
Pongamos el ejemplo de Dinamarca, alguno pensará que no es el mejor ejemplo ya
que su estructura social es muy costosa con un 53% de gasto público frente al
38% de España. Sólo nos queremos centrar
en la estructura de su mercado de trabajo, como se financia el estado sería
otro debate a parte. La flexibilidad es total, no hay
indemnización por despido (máximo 6 mensualidades para alguien que lleva
más de 15 años en la empresa), no existe el salario mínimo, el empresario no paga cotizaciones sociales
y no hay negociación colectiva, es algo mucho más privado entre empresa y
trabajador. En resumen, un mercado
altamente liberalizado y dinámico.
El tejido productivo de un país debería ser el hijo mimado de todos y cada uno de
los gobiernos y facilitar la vida a las empresas como base fundamental para
una prosperidad futura. Que le pregunten a cualquier autónomo de España cuál es
su opinión sobre nuestras leyes tributarias.
Me gustaría poner como ejemplo Irlanda, un país en el que he
vivido y tengo un especial cariño por sus gentes y costumbres. La crisis económica golpeó duramente al
tigre celta y es verdad que en el pasado
cometió errores muy graves, burbujas
inmobiliarias, quiebras bancarias,
endeudamiento elevado, etc... y la
gente ha pagado una gran factura por ello. Pero una vez que todo eso está en proceso de solucionarse,
me gustaría citar alguna de sus bondades
y es que soy de los que tratan de coger lo bueno de las cosas y de la
gente, no soporto el tan famoso y tú más.
La revista Forbes ha situado a Irlanda como el mejor país del mundo
para hacer negocios gracias a parámetros como la tecnología, la propiedad privada, impuestos, libertad o burocracia.
Otro aspecto importante es el carácter
global de la isla, la competencia laboral es muy alta y eso repercute
sobremanera en su economía creciendo a tasas interanuales del 7%, superando en
el segundo trimestre del 2015 a países emergentes como China o India. Si crees
firmemente en el libre comercio de bienes, libertad de inversión, debes de ser
partidario del mismo modo del libre
movimiento de personas, esto sin duda hará sociedades más ricas en todos
los sentidos.
En definitiva, necesitamos un debate creíble de verdad, líderes que
apuesten por las personas, no por los intereses particulares de un colectivo,
distorsionando la realidad, imperando el sentido común que a veces el menos
común de los sentidos. La mejor forma de hacerlo es incentivar el crecimiento
apostando firmemente por liberalizar gran parte del sistema empezando por el
sistema impositivo.
Javier Flórez
Twitter:@FlorezJav
Javier Flórez
Twitter:@FlorezJav